Si alguna vez soñaste con perderte en un decorado de película medieval, Peratallada es tu sitio. Pero no uno de esos con cartón piedra y figurantes: aquí todo es auténtico, de piedra tallada —literalmente— y con siglos de historia bajo tus pies.
Comenzamos nuestra visita en la pequeña pero
encantadora Plaza de les Voltes, cuyo nombre hace referencia a los arcos de
piedra que rodean parte de la plaza y sostienen siglos de arquitectura. Hoy, la
plaza sigue teniendo ese aire de encuentro, pero con mesas de terraza, luces
cálidas y copas de vino en lugar de sacos de grano. Está rodeada de casas de
piedra dorada, balcones con flores, ventanas con contraventanas de madera… todo
perfectamente conservado.
Esos arcos fueron construidos en la Edad
Media, y cumplían funciones tanto prácticas como comerciales. Eran zona de paso
cubierta, espacio para pequeños mercados o refugio para el trueque en días de
lluvia. En su época, esta plaza era una especie de “foro” medieval, donde se
concentraba la vida del pueblo: intercambios de bienes, reuniones sociales y
(por qué no) algún que otro cotilleo medieval.
Los arcos bajos y robustos invitan a pasear
por debajo como si cruzaras portales entre siglos. A ciertas horas del día, la
luz se cuela entre ellos y dibuja sombras que parecen parte del decorado.
Sigue callejeando (porque en Peratallada no
se camina, se callejea) hasta llegar a la Plaza del Castell, donde el pasado
noble del pueblo se deja ver.
En este rincón se alza el imponente CASTILLO-PALACIO
DE LOS BARONES DE PERATALLADA, cuyas piedras ya no susurran: aquí gritan nobleza,
poder y antigüedad.
El castillo se
menciona ya en el siglo XI (1065), pero algunas estructuras arquitectónicas y
otros vestigios parecen demostrar que en este lugar ya hubo una fortaleza desde
tiempos mucho más remotos. Fue la sede del linaje feudal de los Peratallada,
una de las familias más influyentes del Empordà medieval. Lo que vemos hoy es
en realidad un conjunto arquitectónico que combina el castillo fortificado, el
palacio residencial y la muralla defensiva.
En el Carrer de Jaume II, uno de los
agraciados callejones que lo rodean, intuimos su imponente Torre del Homenaje,
uno de sus
elementos más antiguos y simbólicos, y que luego apreciaremos con más detalle
desde otro punto.
Otra de esas hermosas calles es el Carrer del Forn, cuyo nombre nos habla de su antiguo uso: aquí se encontraba el horno comunal del pueblo, donde los habitantes acudían a cocer su pan, en tiempos en que tener horno propio era un lujo reservado a unos pocos. Es una calle empedrada, estrecha y sombría, con muros altos de piedra y un trazado ligeramente curvo que parece invitar a la curiosidad. Tiene ese aire de túnel medieval que se va abriendo poco a poco, y a cada paso, aparece un detalle: un balcón con flores, una puerta arqueada, una piedra desgastada por siglos de pasos.
Peratallada conserva su antiguo aspecto feudal, con calles estrechas y tortuosas, con numerosos entrantes y salientes, y que cruzan bajo hermosos arcos (como este Carrer D'en Vas, donde la Edad Media no es una postal: es el suelo que pisas y la sombra que te sigue.
Llegamos a la TORRE DE LAS HORAS (S.XIII-XV) que, sin ser la más alta ni la más imponente, es una de las más representativas y mejor conservadas del sistema defensivo medieval de Peratallada. La reconocerás fácilmente por su estructura alta y esbelta, de base cuadrada, rematada por un campanario de arco que da nombre a la torre.
Entre los años 2017 y 2021 se sometió a un importante proceso de restauración y adecuación para hacerla visitable, y así, hoy podemos ver un reloj monumental mecánico de primeros del siglo XX, y acceder al mirador de la cubierta, desde donde se pueden contemplar espectaculares vistas del conjunto medieval, en el que sobresale la Torre del Homenaje anteriormente mencionada; de su entorno y de buena parte del Empordanet.
En el entorno podemos observar también como,
otra torre de defensa, la única circular, así como el lienzo de muralla,
todavía se asientan sobre la roca viva.
Así lo vemos igualmente en el Carrer de la
Roca, donde el suelo no está empedrado, sino excavado directamente en la roca
madre del terreno, lo cual le da un aspecto completamente distinto a todo lo
que has visto en Peratallada. El nombre no engaña: esta calle es roca viva,
sin artificios ni cobertura. Lo más impresionante es que aún se conservan los
surcos marcados por los carros medievales. Sí, los mismos carros de madera que
usaban los campesinos y comerciantes que iban y venían del mercado o de los
campos. Esos surcos están literalmente grabados en la piedra, como cicatrices
del tiempo. Son irregulares, desgastados, y te obligan a caminar con atención, pero
también con asombro. Es como si el tiempo hubiera dejado su firma en el suelo.
Luego cruzamos un pequeño arco donde se
encuentra el Carrer de la Roca con el Carrer la Bisbal, camino que durante siglos fue el acceso principal a Peratallada.
Seguimos nuestro instinto, porque aquí, lo
mejor lo encuentras cuando no buscas nada. Recorre el Carrer Hospital‑Perat con calma y
busca detalles: arcos que cuentan historias, enredaderas y flores que abrazan
muros centenarios y esa piedra medieval que guarda secretos bajo su piel.
Cada rincón es un susurro del pasado, y así
nos lo hace saber la Plaça de l’Oli. Pequeña, tranquila y con un aire íntimo,
esta plaza debe su nombre al pasado agrícola del pueblo. Aquí, antiguamente, se
producía y comerciaba aceite de oliva, uno de los tesoros más preciados del
Empordà. Se conservan rastros de un trull comunitari (antigua almazara), donde
los vecinos elaboraban juntos el aceite, compartiendo no solo la prensa, sino
también historias y vida cotidiana. Además, una de las construcciones que enmarcan
la plaza, llama la atención por su fachada decorada con esgrafiados del siglo
XIX, un estilo que imitaba bloques de piedra tallada, muy típico de la
arquitectura catalana de esa época.
Adéntrate en el estrecho pasaje del Carrer
Major, precioso rincón que guarda un secreto tallado en piedra. Justo sobre la
puerta de una antigua casa de fachada austera, se encuentra un relieve enigmático:
Jesucristo rodeado por sus doce discípulos. A simple vista, parece una
representación religiosa más. Pero si te detienes y observas con atención (como
todo buen viajero curioso), notarás algo intrigante: una de las figuras (la situada
a la izquierda de Jesús), parece tener rasgos femeninos. Una postura más suave,
un rostro sin barba y menos anguloso... ¿Podría ser ella? Si, hablamos de María
Magdalena, que para los que aman el arte escondido, los símbolos por descifrar
y las historias que se leen entre líneas, no solo fue una discípula, sino
alguien mucho más cercano a Jesús. ¿Fue este relieve una forma simbólica de
dejar constancia de ello? ¿O simplemente una licencia artística de su autor
anónimo?
Después del paseo, abandonamos el recinto
amurallado atravesando el PORTAL DE LA
VIRGEN, una de las antiguas puertas de acceso al corazón medieval de
Peratallada. Fue como traspasar una cápsula del tiempo: al otro lado quedaban
los muros altísimos, la piedra viva y esa sensación inconfundible de que aquí,
entre esas piedras, pasó algo importante hace siglos.
Pero espera... al cruzar, mira hacia abajo.
El foso que se abre ante ti no es un simple decorado de postal. Está excavado
directamente en la roca viva, es piedra tallada.
Y así llegamos al último enclave de nuestra visita: la IGLESIA DE SANT ESTEVE. Fuera de la protección de las murallas, como quien observa el pueblo desde una distancia sabia, se alza este templo románico de los siglos XII y XIII, sobrio pero magnético. Su portada con rosetón, la espadaña apuntada y sus dos naves con ábsides semicirculares hablan de un arte austero, pero lleno de intención.
En el interior destaca un osario gótico con
los restos del señor feudal Gilabert de Cruïlles (fallecido en 1348),
imprimiendo al lugar un aura solemne.
Peratallada es de esos sitios que parecen
dibujados a mano por alguien con mucho amor por la Edad Media… y por los
rincones encantadores, donde tú, sin querer, te conviertes en parte de la
escena.
Para terminar, no podemos dejar de mencionar
que está rodeado de localidades igualmente encantadoras, como MADREMANYA; MONELLS;
Pals; Palafrugell o la ciudad de GIRONA (enlaces a nuestras publicaciones), auténticas joyas monumentales
medievales. Así mismo, se sitúa a unos 30 kilómetros de la impresionante Costa
Brava, un paraíso natural donde puedes recorrer el famoso "Camino de Ronda", sendero que
bordea la costa mediterránea, conectando pintorescos pueblos de pescadores y
antiguos núcleos medievales, ofreciendo vistas impresionantes y una experiencia
única que no puedes perderte.
TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN ESTA
PUBLICACIÓN HA SIDO RECOGIDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:
https://www.visitperatallada.cat/es/accessibilidad.html
https://www.visitperatallada.cat/es/pueblos/l/5-peratallada.html
https://www.visitperatallada.cat/es/pueblos/l/1149-conjunto-medieval-de-peratallada.html
https://catalunyaturisme.cat/es/peratallada/
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